viernes, 18 de febrero de 2011

Conciencia y libertad.

Me atrevo a copiar este texto, que no completo en su extension, de el Sr Mario Conde, y de esta manera inaugurar mi blog, quizá deberia de presentar mis credenciales primero, pero hoy, estas lineas merecen la pena sean compartidas...ya tendremos tiempo para nuestros menesteres.

Atreverse, esa es la cuestión.. Por supuesto  no sentir miedo, tal vez porque en mi caminar vital ese sentimiento ha quedado desterrado, lo que no siempre es totalmente beneficioso, porque la ausencia de miedo genera libertad interior, lo que algunos llaman libertad real, pero también puede convertirse en un sendero que conduzca a remansar en una inútil, tal inútil como perjudicial, soberbia o prepotencia. No es mi caso. Al menos eso creo. Mi ausencia de miedo se cimenta en la experiencia de deglutir sufrimiento y se sentirme capaz de mantener las convicciones en pie cuando el poder, en sus distintas manifestaciones, las somete a pruebas dolorosas, algunas en extremo insuperable.

Mi inquietud derivaba de una reflexión: nada hay peor que concitar expectativas latentes en el alma social y defraudarlas de una u otra manera. La frustración que ello provocarían tendría proporciones indeseables. No se trata de que alberguemos emociones salvíficas ni que nos consideremos patrones del motor del giro histórico. No. Es mucho mas modesto y a la vez profundo nuestro sentimiento. Creemos que podemos canalizar ilusiones. Sabemos que las emociones ocupan un lugar preferente en el equilibro del ser humano. Despertarlas, canalizarlas, orientarlas, convertirlas en realidades tangibles, es positivo. Defraudarlas, es dañino.

Porque las ideas que penetran en nuestro torrente sanguíneo, que dejan de vivir exclusivamente en el cerebro físico para alimentarse metafóricamente en el corazón, se convierten en convicciones. Y aquel que renuncia a sus convicciones en el altar de las conveniencias, jamás sentirá este tipo de inquietudes. Escribirá, redactará documentos, presentará formalmente iniciativas…Palabras, palabras, palabras…Pero nosotros bien sabemos que la palabra no es la cosa.

Esa era mi inquietud: la conciencia de la irreversibilidad del movimiento, de la trascendencia del inicio. Aun sabiendo, que, para quiénes creen en la importancia de los momentos astrológicos en las iniciativas humanas, la luna, esto es, lo que de antiguo se decía “los astros”, nos eran propicios por su momento de situación en el cielo, de modo que la calidad de la energía que ese día consumiríamos sería adecuada a la naturaleza del fin perseguido.

Formamos un todo, no lo olvidemos. Somos comunidad, no lo marginemos. Y todos, en un determinado momento, cuando del lenguaje del corazón se trata, emanamos un tipo de energía que vibra en la misma longitud de onda, que unifica, que agrega, que cimenta, que une, que conforma un verdadero cuerpo cuántico de conciencia.

Esperamos que la sociedad se atreva a pasar de la palabra a la acción.